El cortador de cañas, publicado en 1932, entre Naomi (1924-1925) y el Retrato de Shunkin (1933), es una pequeña obra maestra que sintetiza las preocupaciones temáticas y formales de Tanizaki en la etapa determinante de su carrera: la narración de un desconocido que aparece como una sombra entre las cañas de la ribera del río, en una noche de contemplación de la luna llena; un relato dentro de un relato, volcado en los moldes formales de la novela clásica del antiguo Japón; una sociedad que se aferra a los últimos destellos de la civilización que fue; una historia de amor triangular, donde la pasión se nutre de renuncias y connivencias.